CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO
CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO. EL REY QUE NUNCA RABIO EN EL PAIS DE ALI BABA












































el rey

EL REY QUE NUNCA RABIO EN EL PAIS DE ALI BABA

Erase un Rey bobo como ninguno. Le llamaban el “Rey Bobón”. No tenía más que estudios primarios, pero era analfabeto de los pies a la cabeza, aunque muy listo, pues se enriqueció muy pronto, gracias a regalos y dineros recibidos de gentes importantes extranjeras que le agasajaban para conseguir prebendas. Era muy bien recibido en Suiza y Paraísos fiscales por su mucho caudal y hacienda.

Le traían buques de la mar y navíos de alta esfera. También, le regalaban paños y sedas que traían de Grecia, de África y de Inglaterra. Le regalaban coches de alta gama y palacetes de primera.

Toda su vida giraba alrededor de la punta de su capullo. Él tenía una polla de legua y media (Él decía: me gustan las hembras que me la chupan con lengua y media), que atravesaba la Serranía de la Vera, en Badajoz, y todas las reinas, princesas, marquesas y duquesas, y hembras de la plebe, deseaban degustar, besar y lamer tan hermoso merengue.

El pueblo, su pueblo, no se enteraba de nada, pues siempre estaba pendiente de lo que se Rebuznada en las bancadas del Congreso y en los campos de Fútbol, pasando su vida diaria en conversa, devotos de novenas y de las flores que adornan mucho a su Iglesia, a la que Él tenía mucho cariño pero ninguna fe.

Un día, angustiado porque le perseguía la Hacienda nacional, principió a barajar a qué país iría para llevarse sus tesoros y riquezas, y no dar ni un Euro para hacer Escuelas o Carreteras; decidiendo marcharse a la Arabia, al país de Alí Babá, donde los Jeques, una gente muy perversa, que le gobiernan, se follan a las doncellas como si fueran hembras de mierda.

Un resplandor excelente vio el Rey al entrar por la puerta de ese palacio real que le regalaron los Jeques para pasar su dulce y carnal exilio. Ángeles hembras le acompañaban, tapadas de los pies a la cabeza, menos los ojos, y algo prominente en la entrepierna, diciéndole:

-No temáis, mi Rey, que aquí tenéis carnaza buena. No necesitáis ir a cazar osos, elefantes o ballenas. Nuestros padres y hermanos han nacido con vuestra estrella y, aunque nosotras seamos degolladas una vez que nos hayáis follado de real manera, entrándonos a degüello, nuestras almas estarán gozando de gloria eterna.

A cuerpo de Rey, nunca mejor dicho, vivía este rey exilado, que tenía un ejército de ladrones que le defiendan. Tenía a su servicio veinte moras son sus doncellas; o sea, cuarenta hembras, que desaparecían de palacio cuando, al cabo de un mes, se iban a hacer la cama a la habitación postrera, en una noche de luna llena, diciéndole al Rey:

-Ahora quedaros con Dios, que nosotras marchamos a dar cuenta.

Al día siguiente, ¡tenía otras cuarenta hembras nuevas¡ todas hermosas y bellas, que con gusto cumplían , todas bailando desnudas de contento para el Rey que , tapada la boca con mascarilla “Made in Spain”, se enroscaba como un perro con las cuarenta.

-¡Oh¡ con qué contento lo digo, con qué alegría lo siento así que estas cuarenta jacas me chupan los adentros, que mis gustos cumplen, todas bailando de contento, decía .

Un Asno sardo, ojalado, calcetero y coliblanco, que por allí pasaba día tras día viéndoles por una ventana dentro, aturdido y sin aliento Rebuznaba sin detenerse un punto aunque con ello pudiera perder el cuello:

En aquella habitación o dormitorio les veía desmayados, sin sentido, casi caídos medio muertos habiendo desparramado sexo por los cuatro costados.

-Mi Rey ¡ay¡ ¿qué queréis?, se les oía preguntar a las moras y sus doncellas. ¡Ala¡ aquí tenéis nuestra moneda (ofreciéndole todas su Chumino), aunque, más tarde las fueran a degollar.

Antes de hacer Sexo duro y crudo, y desmadrarse, una mora y su doncella le arrascaban la caspa de la cabeza y le lavaban el pelo; otras dos le lavaban las orejas y le quitaban de los oídos la cera; otras dos le lavaban pecho y espalda; otras dos le lavaban las nalgas; otras dos le lavaban el Ano y, si el Rey no quedaba contento, le lamían el ojete con ligereza; otras dos le lavaban las pelotas y el pene que, una vez limpio, brincaba y lo mismo hacía su cabeza; otras dos le lavaban las piernas; otras dos los pies, cortándole las uñas de los dedos; otras dos le preparaban la polla para meterla en sus adentros; y otras dos le quitaban la mascarilla para ver la cara que tenía de cerdo.

Cuando terminaba el mes, a las moras y sus doncellas las ataban de cada dos de los pies a la cabeza, y como si fueran cerdas las sangraban en una mesa y para mayor dolor de todos los que lo vieran en una viga de la casa colgaban todas las cabezas.

Y dice el Asno sardo, ojalado, calcetero y coliblanco:

-Una cosa se me acuerda, que aún me falta decir: que mis moscas cojoneras fueron a ver al Rey y hacerle reverencia porque como ellas mismas decían:

-Hemos venido a reverenciar al Rey por serrano, alto y sandunguero y por tener una polla con dos buenos huevos que hasta el zancajo le llega.

-Daniel de Culla